lunes, 31 de agosto de 2009

LAS LÍNEAS DE CHAVEZ

Este jueves 6 de agosto -día en que recordábamos la entrada triunfal a Caracas de nuestro Libertador, para sellar con broche de oro su prodigiosa Campaña Admirable de 1813; día en que conmemorábamos la gesta heroica de Junín en 1824, última batalla comandada por Bolívar; y día en que celebrábamos el nacimiento de Bolivia como nación independiente en 1825- no pudo ser más propicio para dar nacimiento a la Escuela de Cuadros Políticos del PSUV, en la Ciudad Vacacional de Los Caracas, estado Vargas.
Quiero reiterarlo: si internalizamos las tres preguntas de la jornada, no podemos menos que reconocer que el papel histórico, que hoy entre todos protagonizamos, es el mismo, sin duda alguna y quiero enfatizarlo, que jugó Bolívar y todos aquellos pueblos hechos ejércitos, como aquel que el 7 de agosto de 1819, tal día como hoy, diera la batalla decisiva para garantizar el éxito de la Campaña Libertadora de la Nueva Granada en el campo de Boyacá. Es nuestra herencia y debemos responder a nuestro rol de hoy: sumémonos en cuerpo y alma, como individuos y como colectivo, a la jornada por la nueva independencia de Venezuela y de toda nuestra América.
No habría Revolución posible entonces si nosotros no nos formamos; no sólo los cuadros, sino el partido, el pueblo como un todo: el partido de masas que hoy constituimos debe ir más allá, porque no es suficiente. Debe ser un partido de masas que genere sus propios cuadros, de forma que el PSUV sea generador de cuadros, de líderes, de activadores, de formadores socialistas. Recordemos la premisa fundamental de Gramsci, punto de partida, jamás de llegada, de nuestra organización política: un partido de masas que cree, genere, produzca cuadros.
De ahí entonces la necesidad de que el PSUV -no perdiendo nunca el objetivo de ser la fiel expresión de esa acumulación de crítica y fuerzas, que lo es el Poder Popular- se contraponga a la obscenidad del poder en sí mismo, como ejercicio del control y dominación política.
Y de allí también la necesidad de que se constituya en un espacio donde las relaciones sociales sean sometidas al control colectivo, el único válido. Valga lo mismo para la formación política, sin la cual lo anterior será imposible: requerimos de una formación de cuadros que haga imposible los carcomidos paradigmas de la educación burguesa, la reproducción de la dominación. Recordemos la experiencia a la luz del modelo robinsoniano y de Freire. Y de este último, de Freire, traigamos a la memoria aquellas palabras suyas que encabezan su Pedagogía del Oprimido (1969):
“La sectarización es siempre castradora por el fanatismo que la nutre. La radicalización, por el contrario, es siempre creadora, dada la criticidad que la alimenta. En tanto la sectarización
es mítica y, por ende, alienante, la radicalización es crítica y, por ende, liberadora. Liberadora ya que, al implicar el enraizamiento de los hombres en la opción realizada, los compromete
cada vez en el esfuerzo de transformación de la realidad concreta, objetiva.”
De eso se trata, en síntesis, formar desde las raíces -”A la raíz va el hombre verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces”, decía Martí-, dentro de un ámbito abierto siempre a la crítica desde cada quien.

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